El género es una categoría epistemológica (INSTITUTO DE LA MUJER. 1999) que identifica la construcción sociocultural de las personas como mujeres y varones, así como las relaciones de poder existentes entre ambos; explica las asignaciones diferenciadas que se realizan a hombres y a mujeres (espacios, tiempos, roles, habilidades, destrezas, capacidades,...), y la jerarquía establecida entre los valores relativos a lo masculino y lo femenino.
La construcción y la reproducción de las diferencias y desigualdades de género tienen lugar tanto a nivel social, como individual. Las personas conforman normas y roles de género mediante sus actividades y los reproducen en función de unas expectativas sociales.
El género influye, por tanto, en el orden social y en la subjetividad y tiene repercusiones en las esferas pública y privada (proyectos vitales de unos y otras, relaciones socioafectivas, mercado de trabajo, vida política y la macro y microeconomía) (ESTEBAN ML. 2001) Entendemos el género como un modo de conocimiento de la realidad social que permite comprender las diferencias, no sólo entre hombres y mujeres, sino también entre las propias mujeres.
A pesar de que es ampliamente conocido el papel que el género tiene como condicionante de la salud, con frecuencia la investigación epidemiológica no ha tenido en cuenta dicha perspectiva, como tampoco está presente en la mayoría de las iniciativas que se llevan a cabo en el campo de la promoción y el cuidado de la salud. Un déficit al que no resulta ajeno el ámbito de las drogodependencias.
Desde la planificación en los recursos públicos, la integración de una perspectiva de género significa tomar en cuenta las diferencias y las asimetrías entre las mujeres y los hombres, en el diseño, la implementación y la evaluación de programas. Tener en cuenta las desigualdades y diseñar programas para reducirlas debe contribuir no sólo a que los programas sean más eficaces sino también a una mayor equidad en la prestación de servicios.
Por tanto, los programas para mujeres deben ser sensibles a las cuestiones de género en su filosofía y sus principios, con una teoría integrada que sirva de marco para su desarrollo, su contenido y sus materiales. En el momento actual las intervenciones en drogodependencias están inspiradas en modelos de prevención y atención de las necesidades de los hombres y lo que determina que las intervenciones no sean adecuadas para cubrir las necesidades de las usuarias (INSTITUTO DE LA MUJER. 2002).
Incorporar la mirada de género al ámbito de los estudios sobre el abuso de sustancias supone ampliar el conocimiento actual sobre las drogodependencias, con todos aquellos aspectos que dan cuenta de las diferencias y desigualdades entre hombres y mujeres, en lo referente a cómo las condiciones de existencia se ligan con el abuso de sustancias y como influye y repercute en la subjetividad, es decir, cuáles son las motivaciones, deseos, vivencias de unos y otras (ETTORRE E. 2004; OFICINA NACIONES UNIDAS CONTRA LA DROGA Y EL DELITO. 2004; INSTITUTO DE LA MUJER. 2005), teniendo en cuenta que los factores que llevan a hombres y mujeres a iniciarse en el consumo de drogas o a abusar de estas sustancias no siempre son coincidentes, como tampoco lo son sus patrones de consumo, las consecuencias o problemas que provocan o las necesidades que presentan cada uno de estos colectivos.
La estigmatización y el rechazo social que soportan las mujeres con problemas de adicción a las drogas refuerzan su aislamiento, a la vez que favorece la ocultación del problema y la ausencia y/o demora en la solicitud de ayuda para superar el mismo. Son
reiteradas las evidencias clínicas que señalan que las mujeres retardan la solicitud de ayuda hasta el momento en el que las consecuencias sobre su salud física y mental o en su vida familiar, social o laboral alcanzan una entidad tal que las hace insostenibles.
Esta circunstancia explica como siendo la proporción de hombres con problemas de abuso de alcohol de 2,1 frente al de mujeres, las tasas de tratamiento masculinas cuadriplican a las femeninas (RUBIO, G. y BLAZQUEZ, A. 2000).
Esta situación se detecta también, aunque de forma más atenuada, en Castilla y León, como se desprende de cruzar los datos de consumo aportados por la encuesta a población general de 2004 (ÁLVAREZ, FJ. y FIERRO, I. 2005) y los relativos a las admisiones a tratamiento (OBSERVATORIO REGIONAL SOBRE DROGAS, 2005).
Las mujeres con consumos problemáticos de drogas perciben con más frecuencia e intensidad que los hombres que han fracasado a nivel personal, familiar y social, incapaces de desempeñar satisfactoriamente al papel que les ha sido asignado (ser una buena madre o una buena ama de casa). Las consecuencias de esta vivencia suelen ser la desvaloración personal, las tensiones y conflictos familiares. Por este motivo el estigma de ser una mujer adicta a las drogas es más excluyente y negativo que en el caso de los hombres, a quienes sólo se les recrimina su adicción y no tanto el incumplimiento de sus responsabilidades sociales.
A diferencia de lo que les sucede a muchos hombres con problemas de adicción, a los que su pareja, familiares y amigos les ofrecen apoyo y colaboración para tratar de superarlo, numerosas mujeres se encuentran con el desinterés, cuando no a la oposición abierta de su entorno, cuando deciden iniciar un tratamiento.
Son múltiples y de diversa naturaleza las barreras existentes para el tratamiento de las mujeres drogodependientes. Los resultados de los estudios realizados en diferentes países acerca de las impresiones de las mujeres dependientes al alcohol y otras drogas sobre los obstáculos e impedimentos para su acceso al tratamiento, coinciden en señalar una serie de factores comunes, como son:
• La estigmatización o vergüenza sobreañadida que soportan las mujeres.
• Los derivados de sus responsabilidades como madres o esposas, tales como la preocupación por el cuidado de los hijos o el miedo a perder su custodia.
• La presencia de una pareja drogodependiente.
• El temor a ser abandonadas por la pareja.
• El no reconocimiento del alcoholismo y otras drogodependencias como una “enfermedad” la creencia de que pueden superarlos por sí mismas.
• El miedo a la abstinencia.
• La existencia de listas de espera para el acceso a ciertos servicios o la imposibilidad de acceso a algunos de ellos, en especial a los de carácter residencial, cuando tienen hijos menores a su cargo.
• La falta de información sobre las opciones de tratamiento.
• La ausencia de servicios adaptados a las necesidades de las mujeres. En suma, las mujeres se encuentran con mayores barreras que los hombres para iniciar el tratamiento de las adicciones por cuatro razones fundamentales: a) Cuentan con menos apoyo familiar y social, b) El inicio del tratamiento supone con frecuencia abandonar sus responsabilidades en el cuidado del hogar y de los hijos menores, c) Temen que hacer pública su adicción suponga la retirada de la custodia de los hijos y d) Los recursos disponibles no se adaptan a sus necesidades.
Un informe sobre el tratamiento del abuso de sustancias y la asistencia a las mujeres dependientes de la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (ONUDD, 2004) señala la presencia de los siguientes obstáculos o barreras para el acceso al tratamiento de las mujeres:
1) Obstáculos inherentes a los sistemas
Serían los factores que impiden el establecimiento de servicios adecuados a las necesidades de las mujeres, tales como: la escasa presencia de mujeres en cargos y puestos responsables de la formulación de las políticas y la asignación de recursos, la escasa sensibilización respecto a las diferencias de género como un elemento determinante de la salud de las personas, la falta de conocimientos acerca de las mujeres con problemas de abuso de sustancias y de sus necesidades de tratamiento, la ausencia de modelos de tratamiento sensibles a las cuestiones de género o la necesidad de una amplia variedad de servicios asistenciales, superior a la de los hombres.
2) Obstáculos de tipo estructural
Esta categoría incluye factores que afectan específicamente a las mujeres y que dificultan su acceso al tratamiento, como son: el hecho de que sean ellas quienes soporten mayoritariamente el cuidado de los hijos (con frecuencia carecen de cuidadores alternativos y del apoyo de su pareja y familia o de programas institucionales que garanticen el cuidado de los hijos mientras dure el tratamiento), la ausencia de servicios específicos para embarazadas, la consideración del abuso del alcohol u otras drogas como causa para la retirada de la custodia de los hijos, la existencia de horarios rígidos en los programas asistenciales incompatibles con las responsabilidades familiares y domésticas de las mujeres, la existencia de listas de espera o la deficiente detección y derivación de los problemas de abuso de alcohol que afectan a las mujeres desde los servicios de atención primaria de salud.
3) Obstáculos sociales, culturales y personales
Esta categoría la integran factores como la mayor estigmatización, la vergüenza o culpa
que experimentan las mujeres dependientes al alcohol, las mayores desigualdades sociales que padecen, la ausencia de apoyo de su pareja o familia en el caso de optar por incorporase a tratamiento, el temor a perder la custodia de los hijos o la desconfianza respecto a la eficacia de los tratamientos y su capacidad para entender los problemas singulares de las mujeres.
Las diferencias físicas, psicológicas y sociales existentes entre hombres y mujeres provocan que el uso y abuso de drogas tenga un impacto diferencial en hombres y mujeres (SÁNCHEZ, L. 2008). Existen por tanto una serie de elementos característicos de las adicciones femeninas, entre los que cabe mencionar:
• Aunque las mujeres consumen, en general, menores cantidades de las diferentes drogas que los hombres, los trastornos derivados del consumo son más frecuentes y más graves, teniendo mayor riesgo de sufrir enfermedades y trastornos asociadas.
• Si bien el inicio del consumo es algo más tardío en el caso de las mujeres, las adiciones se instauran y progresan de manera más rápida entre ellas.
• La gravedad o intensidad de las adicciones es superior (se observa una mayor severidad de las adicciones).
• Entre las mujeres adictas a dogas la prevalencia de trastornos mentales asociados, tanto concomitantes a la adicción como previos a esta, es superior a la de los hombres.
• Las adicciones femeninas tienen un mayor impacto en el ámbito familiar y social.
• Las mujeres con problemas de abuso o adicción a drogas tienen menos recursos y mayores dificultades para acceder a los tratamientos y, consecuentemente, su vinculación terapéutica es sensiblemente más reducida. Estas dificultades se agravan en el caso de las mujeres con hijos menores a su cargo.
• La mujeres mantienen, en general, una evolución menos favorable que los hombres en los tratamientos de las adicciones (una menor adherencia terapéutica y un pronóstico más negativo), fenómeno que se relaciona con el hecho de que los servicios asistenciales no tienen en cuenta las necesidades terapéuticas específicas que presentan las mujeres, así como con las presiones que reciben del entorno familiar y
social para concluir el tratamiento y poder asumir sus responsabilidades familiares.
• La exposición a experiencias traumáticas o estresantes (abusos sexuales, maltrato físico o psicológico por su pareja u otras personas) en la infancia o durante la vida adulta es muy superior entre las mujeres.
• Tienen más problemas familiares, laborales y económicos que los hombres.
• Disponen de un menor apoyo familiar y social para enfrentar los problemas.
En suma, aunque el porcentaje de mujeres con problemas de abuso o dependencia a las drogas es sensiblemente menor que el de hombres, los problemas que presentan las mujeres tienen una mayor gravedad, lo que las hace merecedoras de una atención específica.
Estudios previos permiten identificar algunas de las necesidades específicas que plantea
el tratamiento de las mujeres drogodependientes (PANTOJA, L. 2007):
• La dependencia afectiva de la pareja es más intensa en el caso de las mujeres, que
con frecuencia se inician al consumo para compartir experiencias con su pareja (conseguir su aceptación y una mayor vinculación) y cuya opinión suele ser determinante
a la hora de abandonar el consumo e iniciar tratamiento (FINKELSTEIN, N. 1997).
• Han sufrido abusos sexuales en una elevada proporción.
• La mayoría han sufrido violencia de género (LLOPIS, J. 2002).
• Soportan cargas familiares.
• Presentan sentimientos de culpabilidad y una baja autoestima.
• Presentan estados depresivos y de ansiedad que dificultan su acceso a los tratamientos y el éxito en los mismos.
• Sufren una especial estigmatización por presentar problemas con las drogas, que se intensifica entre aquellas que tienen hijos, y que se traduce en el silenciamiento u ocultación del problema por parte de la mujer (negando su existencia) y en el retraso o la no demanda de apoyo para superarlo.
Otros rasgos son:
• La dependencia económica de la familia o la pareja.
• La precariedad laboral.
• Las altas tasas de intentos de suicidio.
Estudios realizados entre mujeres con problemas de adicción al alcohol permiten identificar la existencia de una serie de necesidades específicas o diferenciales entre este colectivo, localizadas en los siguientes ámbitos (SANCHEZ, L, 2006):
• Las carencias afectivas, en gran medida derivadas del distanciamiento afectivo entre los distintos miembros del sistema familiar.
• Los conflictos y/o rupturas de pareja.
• El pobre autoconcepto, los sentimientos de desvalorización y la falta de confianza en sí mismas.
• Depresión y otras alteraciones psicológicas.
• La escasa autonomía personal.
• El rechazo de su imagen corporal.
• Las dificultades en las relaciones sociales y para su integración en grupos.
• El consumo de otras sustancias (psicofármacos, etc.), además del alcohol.
• La incapacidad para asumir adecuadamente tareas relacionadas con el cuidado de los hijos y/o la organización y el funcionamiento familiar.
De todo lo expuesto se desprende la necesidad de abordar el tratamiento de las drogodependencias desde una perspectiva de género. Las razones que avalan esta estrategia son, entre otras, las siguientes:
• Existen factores de riesgo específicos que favorecen el inicio al consumo de drogas o la continuidad de los mismos en mujeres.
• Los factores asociados a la génesis y el mantenimiento de las conductas de abuso o dependencia a las drogas no son iguales para hombres y mujeres.
• La adicción a las drogas en hombres y mujeres tiene características diferentes, siendo más grave su impacto en su salud (física y mental) y en la vida familiar y social de las mujeres.
• Las mujeres tienen dificultades añadidas para incorporarse a tratamiento de las adicciones y abandonar el consumo.
• Las mujeres presentan, en general, una evolución menos favorable que los hombres en el tratamiento de las adicciones, en gran medida porque los servicios asistenciales han sido diseñados teniendo en cuenta exclusivamente la perspectiva masculina (diseñados por hombres y para hombres), sin tener en consideración las necesidades específicas que presentan las mujeres.
Con la finalidad de incorporar la perspectiva de género a las respuestas asistenciales a ofertar a la población drogodependiente de Castilla y León, el Comisionado Regional para la Droga consideró necesaria la realización de un estudio destinado a evaluar las necesidades terapéuticas de las mujeres drogodependientes atendidas en los centros ambulatorios y residenciales integrados en su red asistencial.
La evaluación de necesidades es una práctica utilizada con el fin de conocer la naturaleza y la extensión de un problema social o de salud en una comunidad, o en un grupo social determinado, con la intención de darle una respuesta adecuada y mejorar la situación creada por dicho problema (BROW, B.S. 1997). Los objetivos que debe cubrir
la evaluación de necesidades son los siguientes:
• Definir el problema
• Determinar su magnitud.
• Identificar los servicios disponibles para hacer frente al problema.
• Identificar la demanda de servicios existentes.
• Determinar los fallos de los servicios.
• Determinar qué servicios o recursos adicionales se precisan para hacer frente a los fallos y carencias de los servicios.
• Ayudar a establecer las prioridades existentes en relación con los problemas y servicios disponibles, a fin de que los administradores y planificadores puedan determinar cómo pueden ser utilizados los recursos limitados.
Además de estos objetivos propios de la evaluación de necesidades, que convergen en la identificación de los problemas que presentan las mujeres en tratamiento y de los servicios necesarios para hacerlos frente, el estudio cuyos resultados se presentan en capítulos posteriores pretende avanzar en el conociendo de los factores asociados a la génesis y el desarrollo de las adiciones femeninas.
Informe completo
JCYL
martes, 6 de julio de 2010
Necesidades terapéuticas de las mujeres drogodependientes atendidas en los Centros de Tratamiento Ambulatorios y Residenciales de Castilla y León.
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