sábado, 28 de noviembre de 2009

Adolescencia y familia: Cómo mejorar la relación con los hijos e hijas adolescentes y prevenir el consumo de drogas

Este material pretende ser una guía para formar a futuros formadores. Busca ayudar a los padres y madres a comprender por un lado, la idiosincrasia del adolescente y por otro, identificar algunas herramientas útiles para comunicarse y seguir educando durante este periodo trascendente para la construcción de la identidad adulta.

Quizás si conocemos al adolescente y tenemos las habilidades necesarias, nos sea más fácil no estigmatizar este periodo. Del mismo modo en que sonreímos a los bebés cuando manchan los pañales, tenemos que aprender a sonreír a los adolescentes cuando hacen cosas propias de su edad.

Educar no es fácil. Educar requiere pensar, analizar, respirar hondo y volver a pensar. Y lo más importante, transformar lo que sabemos en acción.

Cuando los distintos profesionales implicados en la elaboración de este material nos reunimos, aportamos diferentes y numerosas reflexiones. Como es lógico generamos cierto caos al debatir sobre qué contenidos eran básicos para abordar el tema de la adolescencia en un curso de formador de formadores. Después de intercambiar ideas comprobamos que había una intención común en todas las ideas que pusimos sobre la mesa: reducir o eliminar el estigma de este periodo evolutivo.

Para muchos padres y madres, infierno, y convivencia con un adolescente, son sinónimos. No queremos de ninguna manera negar las emociones que muchos de nosotros y nosotras como adultos hemos vivido en nuestra interacción con ellos y ellas. En muchas ocasiones, los y las chavalas son capaces de sacar lo peor de nosotros mismos; nos irritan, nos cansan, nos bloquean. Algunos padres confiesan que su único objetivo es sobrevivir, sin que la convivencia destruya ningún miembro de la familia.

Los y las adolescentes durante un periodo más o menos largo según los casos, buscan emociones fuertes, construyen identidades que duran unos meses o semanas, para después reconstruirse como personas nuevas, cuando ya nos habíamos adaptado a ellos y ellas.

Cuando ya creíamos haber cogido el truco, vuelven a cambiar. Sus identidades normalmente son transgresoras y sus valores entran en pugna con los nuestros. Algo que se nos olvida con frecuencia es que todo esto es normal, que es parte del proceso, que es un periodo evolutivo transitorio, y lo más importante, necesario para el desarrollo de la personalidad adulta.
Nadie en su sano juicio se le plantea la educación del esfínter de su vástago de seis meses de edad. Entendemos que a los seis meses no pueden, ni tienen ninguna necesidad de pedir ir al baño.

Cuando cambiamos sus pañales les sonreímos y hacemos carantoñas, porque entendemos que no pueden hacer otra cosa, que manchar los pañales es propio de su edad.
Vestirse a su rollo, buscar emociones fuertes, reírse de los adultos, transgredir algunas normas, son conductas propias de la adolescencia. Descubrir la importancia de la amistad o aumentar su autonomía en la toma de decisiones, también lo son. Como cada etapa evolutiva tiene sus “cosas buenas y sus cosas malas”.

En alguna ocasión alguna madre -o padre- confiesa entre avergonzado y con sentimiento de culpabilidad, en referencia a sus hijos/as adolescentes: No los aguanto, a veces los odio. No entiendo cómo ha podido cambiar tanto. Una respuesta que puede ser un buen punto de partida en estas situaciones, es que el chico está haciendo su trabajo y que tú tienes que hacer el tuyo: entenderte, respirar hondo y seguir educando.

Informe monitor

Informe alumno

PNSD (Plan Nacional Sobre Drogas)

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