domingo, 18 de octubre de 2009

Marco de referencia para la prevención

Introducción
El por qué de una relación problemática con las drogas o la causalidad de las drogodependencias, es un cuestionamiento constante y una de las demandas que surgen en cualquier grupo social cuando se habla sobre el fenómeno de las drogas.

En las últimas décadas, los problemas de drogas han sido objeto de alarma y preocupación de distintos gobiernos, entidades públicas y privadas, investigadores, familias, médicos, etc. El fenómeno del abuso de drogas no es un problema aislado de una sociedad concreta sino que tiene un carácter transnacional que afecta a muchos colectivos y que requiere estrategias conjuntas tanto a nivel internacional como local desde y con todos los agentes preventivos posibles para abordarlo.

Informe completo
FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción)

Sin embargo, para comprender el alcance del problema y lograr posiciones idóneas que comprometan a todos los estratos y estamentos sociales es necesario profundizar en este tema, desmontar estereotipos sociales y objetivar el dramatismo existente en torno a los problemas de drogas. Generar un cambio de actitudes es necesario para realizar una intervención preventiva eficaz

Los problemas de drogas

Los usos de las drogas no son nuevos, tienen el mismo recorrido y en paralelo que la historia de la Humanidad. Las sustancias, algunas de ellas actualmente en desuso, han sido objetos de constante convivencia e intercambio dentro de los pueblos y entre ellos.

El significado de las drogas ha variado según la cultura y el momento histórico. Los fines de su uso han sido muy dispares, desde rituales mágicos, religiosos, terapéuticos, festivos, hasta simplemente ociosos. El significado y el sentido que se les atribuye ha determinado la relación que el individuo o el grupo establece con ellas.

Según el significado atribuido se ha dignificado o se ha despreciado el uso de algunas sustancias. Ha habido periodos en los que se ha legitimado el uso de ciertas sustancias y otros en los que las mismas han sido prohibidas. Épocas en las que el consumo de ciertas sustancias se ha extendido de forma masiva en el seno de la sociedad a pesar de las prohibiciones de su uso. También en alguna de estas etapas el consumo se ha convertido en un problema para ciertos grupos humanos. Y por último, en más de una ocasión se ha experimentado terapéuticamente con una sustancia, se ha venerado su facultad curativa y al poco tiempo ha sido retirada por sus efectos secundarios y su peligrosidad para, con el tiempo, salir nuevamente a la luz con una connotación nueva: droga.

Las drogas están integradas dentro de las culturas con diversos significados y funciones. Esta convivencia histórica da a entender que el uso de drogas no siempre ha sido exclusivamente disfuncional y disruptivo sino que también ha tenido un carácter funcional y benefactor, individual y socialmente, en algunos momentos y situaciones concretas de la historia de las sociedades. No se pueden entender los riesgos de las drogas sin entender los beneficios que producen y los que se le atribuyen.

Hablar de la funcionalidad de las drogas en el seno de una sociedad es sumamente delicado ya que se puede interpretar fácilmente como la aprobación, el fomento de situaciones de consumo irresponsable y la banalización de todos los problemas asociados al mismo. Sin embargo, la convivencia con ciertas drogas se ha dado con la misma naturalidad que la convivencia con otros objetos de consumo cuyo uso se instrumenta con un sentido dentro de la comunidad.

Cuando el significado de esa sustancia no estigmatiza ni a su uso ni al usuario, aunque la relación que algunos sujetos puedan establecer sea problemática, no tiene trascendencia en la comunidad. Esto no excluye que en otras épocas el consumo de ciertas sustancias haya implicado también riesgos.

No faltan documentos de los que se deduce la preocupación sobre los efectos indeseables que produce el consumo de ciertas sustancias, donde se remarcaba el límite de lo tolerable tanto en cantidad, en forma de consumo y comportamiento social con el fin de que no se produzcan situaciones deplorables tanto para individuos como grupos.

Por lo que, al margen del momento histórico, el consumo de ciertas sustancias ha supuesto riesgos claramente asociados a la vulnerabilidad del sujeto. Fragilidad en el individuo que asociada a circunstancias ambientales puede generar problemas.

Lo cierto es que, cuando ha aumentado la demanda de ciertas drogas, se han incrementado los riesgos que conlleva el consumo. El origen del incremento de la demanda puede ser múltiple, pero el hecho de que se popularice el consumo de una sustancia supone muy probablemente la pérdida o banalización del significado original y, a su vez, la descontextualización de su uso.

Si al hecho del riesgo asociado a los efectos que la composición de la sustancia ejerce sobre el individuo que la consume, se le suma la pérdida del significado original de la sustancia consumida y la descontextualización del uso, los riesgos de establecer una relación problemática con esa sustancia aumentan considerablemente. Esta situación se agrava cuando se extiende el consumo dentro de los distintos estratos sociales y cada vez es mayor el número de individuos potencialmente susceptibles de problemas.

Si en una sociedad se tipifica una sustancia como droga con un valor nocivo y se le atribuye una peligrosidad, generando una percepción negativa que actúa como filtro, se disminuye la probabilidad de que se consuma debido al temor y recelo que provoca en algunos grupos sociales. En el caso de ser consumida, los usuarios se encuentran en una situación de mayor riesgo. Sin embargo, cuando las sustancias forman parte de la idiosincrasia de una cultura, y están socialmente aceptadas, el uso se vive con tal naturalidad que la percepción de riesgo queda disminuida hasta tal punto que sólo es palpable cuando el problema ya es muy grave.

La convivencia que la sociedad tiene con las drogas socialmente aceptadas y las no aceptadas genera percepciones parciales y comportamientos muy contradictorios. Los estragos que han causado las no aceptadas, como por ejemplo la heroína o algunos derivados de la cocaína, han disminuido la percepción del riesgo que conlleva el consumo de las drogas aceptadas dentro de la cultura. Éstas, causantes también de un sin fin de malestares -a nivel individual, familiar y sociosanitario- carecen de la atribución necesaria para que se perciba el riesgo que conlleva su consumo.

Otra de las consecuencias de la polarización entre las drogas aceptadas y no aceptadas es que favorecen la estigmatización de un perfil concreto de consumidor de drogas y contribuyen a potenciar la percepción de invulnerabilidad frente a los riesgos de los consumos de sustancias socialmente aceptadas.

No obstante, contemplar la importancia que tiene el significado de una sustancia, la contextualización de su uso, el rol funcional y/o disfuncional que desempeñan según el momento y la construcción de la percepción social de los riesgos que conlleva consumir drogas, nos permite analizar de una manera más amplia el fenómeno del consumo de drogas del último tercio del siglo XX.

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